Innovación y tradición: el atuendo de las gitanas de la cultura andaluza
Un viaje a través del tiempo sobre su evolución y tendencias
Volantes, colores, mantones, flecos…, son las principales características de la fusión del arte y la tradición. Para hablar de tradición hay que hacer un viaje al pasado, aterrizando en el año 1847, donde se comercializaba en las diferentes ferias. Las mujeres que participaban eran principalmente de etnia gitana y campesinas que acompañaban a sus maridos. Ellas iban vestidas con unos delantales que tenían dos o tres volantes y que los usaban para sus quehaceres diarios, por ello, los trajes tenían que ser cómodos que les dejaran seguir con su rutina diaria. Una prenda que realzaba la figura de la mujer que más tarde se extendió por la ciudad y se convirtió en traje regional.
Al paso del tiempo, esas ferias se convirtieron en un escaparate para ver quién llevaba el traje más bonito de todos, por lo que se convirtió en una fiesta de ocio y no de negocio. Esta vestimenta llamó la atención de la clase alta y se empezó a expandir en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. En estos primeros años, el traje era conocido como la bata de percal, caracterizada por un vuelo más caído, por el uso de telas como las organzas, organdí y batistas y por complementarlos con el mantón de Manila y peineta en algunos casos. En los años siguientes, se identificaba un claro cambio. La falda que era larga con el talle bajo en la cadera se acortó hasta los tobillos y se añadió tres grandes volantes fruncidos. Una vestimenta que empezó siendo local empieza a convertirse en el traje característico de Andalucía y, tras unos años, el traje que simboliza a España. Este vestido es de los únicos trajes regionales que van cambiando con el paso del tiempo, adquiriendo tendencias y elementos nuevos cada temporada.
Los años 30 transcurrieron con pocas modificaciones y tendencias. El talle del vestido se alargó y la falda empezó desde la altura de las rodillas. Además, aumentó el número de volantes cosidos en zigzag y acabados con remates y puntillas. Las telas de lino y voile de algodón se inauguraron en este periodo. A partir de este momento, el traje de flamenca pasó a ser la envidia de todas las mujeres de la burguesía y nobleza. Por eso, este año se dice que fue el impulsor de estos atuendos.
Los años 40 y 50 estuvieron caracterizados por la Guerra Civil Española, por lo que durante esa franja de tiempo no se celebró la fiesta primaveral. Tras la vuelta de esta fiesta, los últimos años de los 40 estuvieron caracterizados otra vez por el uso de los tejidos lisos y de percal almidonado. Disminuyó el número de volantes rematados con madroños y adornos de puntillas y, también se identificó por la vuelta de las mangas de farol.
En los años 50 destacó la elegancia y la tradición inicial. Las faldas aumentaron su volumen, adornándose con numerosos volantes amplios y de colores vivos partiendo desde la cintura, por lo tanto, el talle del traje se acortó. Las mangas se cortaron en sisa con volantes y se añadieron flecos, madroños y puntillas. Aquí destacaron la apariencia de lunares y mantones de manila tradicionales.
Los años 60 se modernizó con un cambio en los escotes y las mangas siendo más acampanadas. Aquí hubo un cambio brusco en los trajes, ya que, apareció la minifalda que influyó en el talle de los trajes. El largo tradicional se cambió por el vestido corto a media pierna. También, al mismo tiempo, aumentó su volumen gracias al uso de enaguas, tejidos sintéticos y, al uso del cordoncillo de algodón en el remate de los volantes, que hasta ahora no había aparecido.
En los años 70 aparecieron estampados con flores, complementos llamativos con gran libertad en la elección de colores y patrones. En este periodo, cabe destacar que la Feria de Sevilla se traslada al barrio de los Remedios implicando que las flamencas lucieran trajes más adinerados. Vuelve a desaparecer en estos años el cordoncillo de algodón que aumentaba el volumen de los trajes, siendo su caída más lisa y ligera. Las mangas aumentaron su longitud hasta tapar las muñecas. Además, destacó el uso del mantoncillo que se usaba lo más largo posible.
Los 80 se caracterizaron por exceso de tendencias, así como las múltiples capas que llevaban los trajes y tejidos satinados y brillantes. En estos años, volvieron algunas tendencias de los años 40 como las mangas de farol, y se siguió utilizando el mantón lo más largo posible.
En los años 90 destacaron los trajes canasteros, ya que en esta época se adoptó un enfoque más minimalista con cuerpos más ajustados resaltando pecho, cadera y faldas menos voluminosas. Se alargó el talle hasta las rodillas y apareció el conjunto falda y blusa, vestimenta que se llevó mucho en este tiempo, siendo las faldas menos voluminosas con volantes caídos.
Por último, en el siglo XXI se puede observar dos períodos diferentes:
La primera década (2000-2010). Reaparecieron los trajes con estampados florales y colores vivos. El traje sufrió una modificación en el talle siendo más largo con escasos volantes al final. Volvieron a ser poco voluminosos debido a sus volantes sin cordoncillo de algodón. Aquí se realzó el complemento del mantón al cuello, siendo este, liso sin estampado ninguno. Además, las mangas desaparecieron, siendo el traje de tirantes grueso. En este periodo apareció SIMOF (Semana Internacional de la Moda Flamenca), escenario para múltiples diseñadores flamencos que enseñan colecciones nuevas y algunas tendencias anuales. Los complementos pasaron a ser fundamentales como collares, pulseras, peinetas y peinecillos.
Desde el inicio de la segunda década hasta la actualidad (2010-2024). Se caracterizó por la unión de detalles vanguardistas y tradicionales abrazando la elegancia constantemente. Todos estos cambios siempre fueron adaptados a la personalización y la diversidad propia. Volvió a verse las mangas agarradas al codo tapando la muñeca con un simple volante o dos. Se usó todo tipo de tejidos en los trajes, tanto con estampado, lisos o con lunares, además, destacó la transparencia y tejidos lujosos como el terciopelo y la cristalería, entre otros. La influencia de las nuevas tendencias en los trajes está dada por las diferentes pasarelas y eventos flamencos que se celebran en los primeros meses del año, donde diseñadores ofrecen al espectador variedad y estilo.
En este estilo de moda, los hombres también tienen su traje ligado a la moda flamenca, el traje de corto. Un traje compuesto por chaqueta, chaleco y pantalón de bajo vuelta que se debe de acompañar de sombrero cordobés, unos botos de zapatos y un pañuelo a modo de faja para que al galopar no se abra la chaqueta. Este traje tiene su origen hace más de tres siglos. Mario Ponce, gerente de Tomar Artesanía, empresa dedicada a la fabricación y venta de trajes cortos desde 1974, cuenta el origen del traje hasta lo que conocemos hoy en día: “Empezó siendo un traje que usaban los hombres antiguamente que montaban a caballo para ir a la feria de ganados. Estamos ante un traje que se ha conservado casi al completo desde sus primeros años. Es un traje más clasista por ello no tiene mucha evolución”.
Este traje se puede apreciar en las numerosas ferias andaluzas, pero, solo lo visten caballistas, ¿por qué los hombres no visten con traje de corto si no van montando a caballo? Según Mario Ponce, puede tener relación directa con las diferentes crisis en la que España estuvo implicada: “En momentos de las primeras crisis, la gente no podía permitirse comprarse el traje de corto, de hecho, tambaleó mucho el comercio de estos trajes, por ello, empezaron con el traje de corbata de vestir. Así, se dice que se implantó la vestimenta del traje de corto para los caballistas y el traje de corbata para el hombre que lo disfruta a pie”. Por otro lado, el gran parecido con el traje de luces de torero puede tener alguna relación directa con este. “Hay quien afirma que el traje de torero y este traje van de la mano, no se sabe quién es el sucesor de quién, por eso son muy similares”.
En cuanto a su evolución, su patrón sigue siendo exactamente el mismo. Con el paso de los años y las modas, se puede observar cierta libertad a la hora de elegir los colores predominantes del traje, así como antiguamente, no se permitía otros colores que no fueran negro, azul marino o gris oscuro.
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